viernes, 4 de febrero de 2011

Memorias ratoniles...

¿Qué no he hecho yo en mi vida?
Fui editora y productora de mi propia revista, tuve una casa grande y bonita, una familia que creía bien constituida, fui  coordinadora de la maestría, fabricante de artesanías muy cotizadas en Chiclayo y Piura, hasta el extranjero se fueron mis cuadros. Vendí llaveros de peluche en la escuela, que yo mismo hacía en casa y mis amigas compraban esperando la novedad que les traía. Confeccioné tarjetas de pergamino en mi vida universitaria, para mis amigos más enamorados de sus enamoradas, pagaban lo que les pedía, por tamaño y decoración las preferían, mientras más grandes más caras, me alcanzaban para mis separatas del examen de la siguiente semana. Fui vigilante de biblioteca y en esos oficios conocí a mi mejor amigo, el mejor de toda la vida, a quién siempre guardo en mi corazón. Yo sufrí mucho su partida, pero ahora sé que aunque no se comunica, en sus oraciones siempre me encomienda.
También fue profesora de Lengua, multifacética mi hijita me ha salido, pensó un día mi padre. Fui feliz haciendo mis pininos de docente en Lengua Castellana para los cachimbos. Me encantaba ese papel, era recontra machetera, me amanecía corrigiendo exámenes finales y prácticas, preparando las clases prácticas que los alumnos en su ferviente adolescencia no atendían, y se me ponían sabrosos pero los sabía callar con mi cara de suegra. Renegaban mucho los chicos, porque esta mocosa que se habrá creído que va a venir a jalarme, no es ni catedrática siquiera, y se cree la Marcela Zapata sin cursar ni el quinto ciclo de su carrera.
Y, también fui consultora de productos de belleza en mis tiempos austeros, cuando de brazos cruzados jamás me quedaba, mientras una chamba mejor encontraba y de paso me servía pa’ cubrir mis gastos de maquillaje.
¿Qué no habré hecho yo en mi vida? Gané concursos de marinera cuando era niña, hasta Huancayo llegué representando a mi colegio en la selección de danzas. La primera vez que me dejaban viajar sola, primera experiencia que me ayudó a salir de mi faceta de niña sobreprotegida. Presidí la asamblea estudiantil de mi colegio, se instauraba por primera vez en “el Vedruna”, así me gané el respeto de alumnos y profesores, de un colegio al que llegué muy tímida porque procedía de una escuela estatal. Llegué al colegio más pituco de mujeres en Sullana, con cara de bicho me veían. Venía acaso con el primer puesto de la primaria, sin que nadie lo sospechara, peor imaginaban que destacaría al término de la secundaria. Depresión me dio por el cambio de colegio, bajé del primero al quinto puesto y fue el mayor golpe para mi autoestima. Perdí seguridad y ganas de sonreír, en clase no me concentraba. Pero, pronto encontré ayude, la hermana Cecilia me salvó la vida, me sacó de ese trance oscuro y volví a ser la niña alegre y brillante que el María Auxiliadora ya conocía. Volví a bailar, a pintar, y llegué a dirigir los desfiles patrios como brigadier de estado, a llevar la bandera los lunes y días solemnes y a ser amiga hasta de las señoras de la limpieza.
Me gané el cariño de toda mi aula, dibujando los mapas de la mayoría cuando tocaba revisión del cuaderno de Geografía. Me nombraron brigadier general y con las simpatías vinieron también las envidias. Pero aún así sobresalía, brillaba y bailaba, y así era simplemente feliz…lo único que no logré bien fue entonar el himno a Sullana en las clases de música, ni tocar bien la guitarra. Con las justas aprobé el taller de costura y a fuerza de quemarme las pestañas aprendí cuáles eran las teclas de la máquina de escribir, que la profesora nos tapaba o cambiaba de posición para el examen. Lloré con la primera vez que me jalaron en las clases de mecanografía, todo mi promedio me lo bajaba, había sufrido para llegar al primer puesto, compitiendo con dos o tres de mi aula. Pero parece que no me quería la tía. A punta de esfuerzo le demostré que sería una injusticia si a desaprobarme volvía, porque esta vez hasta con los ojos vendados escribía. Y me sentí muy orgullosa cuando aprobé con 16 el curso, era bien yuca la mecanografía. Pero ahora escribo con facilidad en el teclado y no tengo problemas si no están las letras en su sitio.
También me quisieron jalar en las clases de costura, siempre he dicho que prefiero mil veces bordar o tejer a pasar el hilo por la aguja. Me pidieron que cosa un vestido, era la nota final del curso. Mi madre en casa corregía mis errores de costura, había puesto mal los moldes, qué aburrida era esa clase, cómo prefería estar bailando en lugar de pasármela calcando unos moldes  que no le hallaba forma sobre la tela, pucha era torpe para la costura. Pero era feliz cuando hacíamos manualidades, ahí sí que no me ganaba nadie, para representar al aula dejaban siempre mis muñecos  y todas las artesanías que nos dejaban.
En mi paso por la adolescencia, una pícara mirada y unas muelillas escondidas tras una sonrisa traviesa, me pusieron de mil colores, no sabía hacia dónde huir con mi mirada, todo intento  cobarde fue inútil, un flechazo inevitable vino tras ese gran encontrón. Vinieron más miradas fugaces y sonrisas correspondidas, las visitas a escondidas, los encuentros a media mañana, las cartitas de amor perfumadas, las leía toda la promoción, se morían de emoción mis compañeras y yo roja de amor e ilusión. Luego, lideré un club en la provincia, que se formó tras las lluvias del fenómeno de El Niño, caseríos y asentamientos humanos inundados, un canal que rebalsó su capacidad, niños con hambre viviendo de la caridad, familiares y amigos tras una sola causa: ayudar.
Hoy le sonrío a la vida, de mi niñez y adolescencia guardo los mejores recuerdos, de mi liderazgo en la juventud muchos más, los mejores amigos hice ahí, gran parte de mi personalidad pude definirla con ese gran paso. Tuve una pausa luego un poco tormentosa. Pero ha pasado ya el tiempo, he logrado voltear la hoja. Estoy segura que por fin se irá la tormenta, he visto nuevas aves volando muy cerca, el cielo está cada vez más despejado, también ha brillado cada vez más la luna, nuevas salidas se me ocurrirán.
Del cine disfruto a veces con mis amigos, bailo poco pero de vez en cuando pinto. Soy feliz escribiendo y cuidando a mis plantas, y de los misterios y complejos de la vida me enamoro cada día. Aunque me saca la mugre a veces, pero me trae los momentos más supremos que por nada cambiaría: ver crecer a mis hijos, acompañarlos cuando están enfermos y sobre todo cuando me necesitan. Tengo dos hermosos hijos y nada más que pedir. Soy fuerte y valiente, y aunque enfermo mucho a veces, de mis males he aprendido a burlarme, a ellos me adapto cuando un inesperado olor a lluvia me trae también un punzante dolor en mis rodillas. Pronto se pasará, pienso sin prisa, tratando de que la depresión no me gane.
Llegaré muy lejos esta vez, alguna vez lo dije. Y escupiste al viento, arrojándome lejos, pero aquí estoy ahora. No totalmente sana como quisiera, quizás. Pero soy  feliz, de mis flaquezas y errores voy aprendiendo, creciendo y riéndome de la vida, luchando por ver a mis hijos felices.
Hoy he llegado lejos, extrañarás mucho más que mis ocurrencias, pero ya nada sabrás sobre mí. Mis líneas para ti se han acabado, una inspiración nueva ahora tengo, una dulce emoción que me hace escribir y escribir.


2 comentarios:

  1. Me he quedado sin aliento, es lo único plenamente sincero que puedo escribir.

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  2. Si los signos zoodiacales son plenamente certeros,pues definitivamente Leo se identifica contigo al 100 %.
    Eres la persona más impresionante,hermosa,luchadora,con bases éticas envidiables y apasionada que he conocido.
    Sigues siendo una grande de este planeta.

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